Mi papá trabajaba en la mueblería Finkenburgs como un pulidor de muebles. La mueblería se encontraba en la calle 123 y la avenida tercera. Los trenes elevado de la tercera avenida hacían un ruido sordo cuando pasaban, que el edificio estremecía. Papá llegaba a la casa, tan cansado de su trabajo. y de la caminata larga que él tuvo que hacer de la calle 123 hasta la calle 112 y Lexington. Después de remojar sus pies, esperaba la comodidad de sus zapatillas, que yo corría inmediatamente para traerlos.Papá siempre me recogería y me daría un abrazo grande, llamándome su "pequeña munchkin", y frotaría el rastrojo de su barba contra mi cara. Ay, ay! eso fue realmente doloroso, pero amé cada momento de ello.
El sabado y el domingo eran días muy bueno para nosotros. Cuando Papá cobraba su pago, los sabados, el iba a la tienda de vender dulce que estaba en la esquina de la calle 110 y avenida Lexington, en frente de la salida del tren subterraneo. El edificio nuestro estaba como una cuadra y media de distancia de la tienda. Todos teníamos que hacer fila, comenzando con el mayor hasta el menor y para que Papá nos diera el helado teníamos que besar sus labios. ¡Huy! Esto no era una cosa agradable de hacer, ya que Papá fumaba muchos cigarros, y él tenía aquel gusto de tabaco en los labios.Ah bien, eso era un pequeño sacrificio para poder disfrutar del encanto de ese helado delicioso.
Los domingos eran para hacer visita y aveces íbamos para la casa de mi tía Maria Louisa, quien vivía en la calle 102 y la avenida Columbus. La casa de mi madrina estaba en Far Rockaway y la de mi tío Francisco en el Bronx. También ibamos los domingos en el verano a City island, a cavar almejas, a la playa de Orchard Beach que se encontraba en Pelham Bay y muchas veces al parque Central. La mayor parte del tiempo ibamos a la casa de mi tía Maria Louisa (la hermana de mi mamá), le decíamos "Ti Ti". Ellos tenian un apartamento de cuatro dormitorios, uno para ellos y los otros para los cinco hijos. Mi tío Pepe tenía un camion de mudanza y una tienda. El apartamento de mi tía parecía mucho más grande que los apartamentos de nuestro edificio. Quizás los apartamentos del oeste se hicieron diferente a los del este. Asi que cuando Papá visitaba a mi tía, había un total de 16 personas entre las dos familias, nueve de mi familia y siete de mis tios gozando y pasando un buen rato. Mi tía siempre estaba cocinando comidas tan sabrosas y en abundancia. Desde que uno entraba al edificio, los pasillos se llenaban del olor de los pasteles, arroz con gandules y perniz asado. Ella sabía que nosotros aparecíamos así de pronto, porque en esos dias no teníamos telefono. Todas las noches buenas y despedidas del año lo pasamos en la casa de mi tía Maria Luisa. También mis tios Francisco y Angelica venían acompañdos por sus dos hijas Elsa y Angie. Siempre pasamos un buen rato con los primos.
Papá de vez en cuando mostraba un lado de su personalidad que era gracioso y de una naturaleza juguetón. Éramos su auditorio cautivo cuando él nos divirtía una y otra veces con sus anécdotas sobre algo o alguien que conocíamos de la vecindad del Barrio, de East Harlem. Me recuerdo de un incidente muy gracioso que sucedió un día en particular cuando estuvimos en la casa de mi tía Maria Luisa. Yo estaba observando la cara de papá mientras el les contaba algo que parecía ser divertidísimo, porque de repente tiró su cabeza hacia atrás, riendo a toda carcajadas. Mi tío Pepe se dobló riendo y mi tía Maria Luisa empezó a reír tan fuerte que pensé que iba mojar sus pantalones. Dentro de pocos minutos estabamos todos riendo histéricamente. Supongo que era imposible no unirse a la risa contagiosa que afectaba a todos quienes estaban presentes. Ya cuando uno pensaba que la risa terminaba, empezaría de nuevo.¿Sabes que, hasta este día, todavía me pregunto qué era tan chistoso ......?
Era muy impressionante de ver a mi papá, un hombre alto y erecto, sintiendose orgulloso de caminar con sus siete hijos desde la avenida Lexington, atravezando el parque central hasta la calle 102 y la avenida Columbus. Luego después de pasar el día en la casa de mi tía Maria Luisa, para regresar, montamos el autobus en la calle 116 que cruzaba del oeste al este. Mi papá era muy patriótico y cada vez que se tocaba la música del himno nacional en el radio, papá nos mandaba a ponernos de pie y jurar a la bandera.
Todos los del barrio, amaba a papá . El era un hombre encantador. Mi papá siempre estaba invitando a los amigos del barrio para que vinieran a la casa. Esto le caía como plomo a mami, y como siempre, la ponía de mal humor diciendo: "Con tablas entre sillas y nueve bocas para alimentar todos los días, no hay suficiente espacio ni comida para parásitos frequentes." Mami tenía una personalidad bastante fuerte que dominaba la de papá . El estaba tan acostumbrado a los arrebatos de ella, que no le hacía caso. Como el era quien trabajaba, ellos eran sus invitados. La miraba, encojiendose los hombros y luego se iba. Ése es el tipo de persona quien era mi papá.El le gustaba socializar, mami no, especialmente con la gente del barrio. Lo más asombrado de todo eso es que, cuando papa murió, nunca mas se vió el pelo ni el cuerpo otra vez de todas esas personas que vinieron con frecuencia a la casa. A mi me parece que ellos tuvieron miedo que mami les iba pedir ayuda económica, o tuviesen la obligación de hacerse cargo de una viuda con siete muchachos.
A Continuacion: Recuerdos Del Viejo Vecindario (6)
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Tuesday, October 13, 2009
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